lunes, 18 de mayo de 2015

El abuelo Bradbury

No lo puedo evitar. Tengo mis autores favoritos y he llegado a pensar que sus textos pueden ser considerados los nuevos escritos sapienciales.

Uno de ellos es Ray Bradbury, a quien veo como un gran Sabio y ¿por qué no? un gran Profeta.  El primer libro que leí de él fue Farenheit 451, que estudiamos en un taller de escritura creativa. La maestra comenzó la sesión mostrando la foto de Bradbury en la pantalla y con eso terminé de "caer": qué alegría y sencillez transmite ese señor. Y digo transmite, porque al igual que mi maestra de escritura creativa, hablo en presente de los grandes, porque siguen con nosotros en sus libros.
Ray Bradbury, con su sonrisa bonachona.
Uno de sus temas recurrentes es Marte, el planeta. Y uno de los míos es el cuento, infantil. Leo a Bradbury y me emociono porque veo en sus líneas que para él también es un tema importante. En La mezcladora de cemento, Ettil, habitante de Marte se niega a participar en la invasión al planeta Tierra. Prefiere quedarse a leer revistas y libros terrestres. Entre los ejemplares que le fueron confiscados había Historias Maravillosas, Cuentos Científicos e Historias Fantásticas. 

La lectura de estos libros le anticipa que la invasión fracasará ya que "los terrestres lo llevan dentro, como la sangre en las venas. (...) El haber leído durante su adolescencia todas estas historias les ha dado una fe que no conocemos".
El hombre ilustrado, libro en el que está el cuento "La mezcladora de cemento"
Sin revelar lo que sucede después, les comento que a medida que avanza el cuento y Ettil es convencido de formar parte de la expedición (bueno, sí revelé algo de lo que pasa), nos damos cuenta de que a los terrestres también nos está haciendo falta retomar la lectura.

Advertidos estamos, y no por cualquiera. No dejemos a nuestros niños inermes ante las invasiones marcianas o terrestres. Regresemos a esos rituales del cuento de Buenas Noches, retomemos la lectura de esas Historias Maravillosas y Fantásticas. Acerquemos la silla y leamos a los niños, tal como lo ha de haber hecho el abuelo Bradbury.

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