viernes, 10 de febrero de 2012

¡Todo mundo fuera!

Me gusta Guadalajara.  Una de las muchas razones que la hacen tan atractiva para mí es, a su vez, motivo de disgusto para muchos tapatíos: la lluvia.  Y no es para menos, son tan impredecibles como caóticas.  Sabemos que vienen, pero no a qué hora ni, mucho menos, con qué intenciones.

Esto de inundar  pasos a desnivel ha de ser muy divertido para Tláloc, como para que se olvide de que existen otras ciudades, como la mía, y a manera de disculpa voltee  y nos compense, de una vez y por todas,  por todo el tiempo que nos ha mantenido en el olvido.  Así es el verano de los culichis: numerosas jornadas de un calor sofocante, compensadas y atizadas por unas cuantas lluvias torrenciales.

Con todo y el calor de Culiacán, en mi casa se vestía muy propiamente.  Desde temprano, ya estábamos todos muy arreglados. Si hacía mucho calor usábamos shorts y blusas de tirantes, pero sólo para andar en casa. Recuerdo que, si quería salir, tenía que ponerme ropa mas “cubridora”, para ir a derretirme a la calle con los otros niños y niñas a los que su mamá  había dado permiso de salir a jugar en calzones.

 Una tarde en que no salí a jugar a causa de la lluvia, escuché la voz de mi mamá gritándonos: “¡todo mundo fuera!”.  Y ahí vamos los cuatro hermanos, bajando las escaleras para ver, con gran sorpresa, a mi mamá en bata, mojándose en medio del patio. Yo creo que nos leyó el desconcierto en la cara, porque nos repitió la invitación y, ante nuestras miradas incrédulas, puso su cabeza bajo el desagüe. Con eso bastó. Entre gritos de alegría nos atropellamos unos a otros para salir a  corretear bajo la lluvia. Hemos de haber jugado mucho, pero lo que yo más recuerdo es que corrí de un lado para otro, con los brazos extendidos, queriendo tocar la lluvia, y que por momentos me quedaba parada, así nomás, volteando hacia arriba para sentir la lluvia sobre mi cara. ¡Qué manera tan divertida de refrescarse!



Negras nubes cubren el cielo de Guadalajara. La lluvia es inminente.  Y mientras muchos reniegan del tráfico en un apresurado intento por llegar a sus destinos, yo prefiero evocar a aquella niña, que en ropa interior, juega en medio del patio. Y escucho la voz de su madre, que dice: “¡Todo mundo fuera!”.