domingo, 6 de abril de 2014

Selma, la oveja vs. los hombres grises

Oh, el tiempo, el tiempo...

Una de mis grandes ilusiones es tener tooodo el tiempo del mundo. Bueno, quizás no todo. El tiempo suficiente para alcanzar a hacer lo que me gusta, libre y sin prisas, con espacio para disfrutar, ese tiempo es el que quiero. Tal vez por eso alguna vez quise ser bruja. O vampiro. Tal vez por eso, contrario a lo que me han enseñado desde niña, estoy comenzando a creer en la reencarnación.

En alguna ocasión, en un taller de esos en los que visitas-a-tu-niño-interior-te-mueven-el-tapete-y-lloras, hubo una dinámica en la que teníamos que completar la frase si yo fuera libre... Mi lista de cosas salió larga y en aquel entonces, de alguna manera, decidí convertirla en una especie de lista de pendientes.

Fue así como reanudé mis caminatas urbanas, dejé de usar reloj, comencé a leer públicamente literatura infantil (antes era cierto tipo de placer culpable) y convertí a Selma, la oveja,  en uno de mis modelos a seguir.

Soy maestra y, de cierta manera, he podido llevar una vida como la de Selma: enseño a los niños, salgo a hacer un poco de ejercicio, como un poco de hierba (soy vegetariana, principiante, pero encaminada) y me encantan las tardes de buena conversación con las amigas.

¿Qué más se puede pedir? Podría pedir un poco más de tiempo, para escribir más, leer más y platicar más... Lo malo es que no soy la única que pide. Tal parece que los tiempos, la vida, la reforma educativa, la ciudad, las distancias, las nuevas generaciones, nos traen metidos en una especie de rally, de-esos-en-los-que-corres-y-mal-llegas-a-un-lado-realizas-una-tarea-te-dan-una-pista-peleas-con-tu-equipo-toman-aire-corren-pa-lo-que-sigue-se-contentan-malsiguen-etcétera-etcétera...

Uf... así me siento a veces, y justo cuando comienzo a agarrar ritmo, de la mano de mi modelo literario: ¡HORARIO DE VERANO!

¡Que para ahorrar energía! (¡¡¡¿¿¿???!!!), o algo así (aquí pido disculpas a quienes están muy letrados y convencidos de este asunto, aclarando que sólo son disculpas, no estoy pidiendo explicaciones. Ya me lo han explicado varias veces, y sigo sin comprender...).

Y recuerdo a Momo. Y a los hombres grises. Y los veo fumándose toda esa energía, nuestra energía.  Para mí, no hay desperdicio de luz; más bien, desperdicio de parques. Los niños juegan menos tiempo porque, aunque sea la hora en que siempre han jugado, no los dejan salir porque hace mucho sol, y cuando el clima ya está al gusto de las madres, es hora de cenar y/o acostarse...


Tal vez sea Selma, mi Selma, que se resiste a ahorrar tiempo en lugar de bien-gastarlo. Y piensa seguir leyendo, paseando, platicando y escribiendo (sí, todo en gerundio), aunque ahora tendrá que hacerlo desmañanada y desvelada...


Tal vez soy sólo yo, tal vez es una cuestión mental, porque el tiempo es el tiempo y su medición es invento humano...


De cualquier forma, pienso que el horario de verano es obra de aquellos hombres grises. Y de nadie más...