sábado, 15 de noviembre de 2014

De vuelta a casa

Como regresar de un viaje.

O iniciar uno. 

Mejor aún: visitar la casa de campo, esa que está en algún lugar apartado de la civilización (y de los malandrines que se creen parte de ella).

Con todo y que está en un lugar apartado, se puede llegar en coche y dejarlo estacionado a la puerta con  un cierto descuido, como en las películas, o bajo un tejabancito lindo, tomado también de una película. Si se es más práctico, o se tiene prisa (y práctica), basta con querer apartarse (o acercarse) un poco.


Llego, contemplo la cabaña. Todo está en su lugar. Probablemente pasaron algunas amistades a saludar y muy repetuosamente dejaron todo en su sitio.

Se siente bien estar de vuelta. No sé por cuánto tiempo (me está gustando cada vez más la idea de que esta sea mi casa permanente). Por lo pronto, pasearé por las habitaciones, tal vez me reencuentre con aquel libro olvidado, o ese juguete perdido...

Quizás se conviertan en textos, quizás algunos de ellos sean publicables y otros, olvidables... Con esto de la literatura nunca se sabe. Bueno, una cosa sí sé: me gusta estar aquí y quien guste pasar a saludar es bienvenido (conté mal, son dos cosas, ustedes disculpen).

¡Mi casa es su casa!